Cuando queremos sanar demasiado rápido.
Introducción.
En un mundo donde todo ocurre a gran velocidad, no es extraño que lleguemos a terapia esperando soluciones rápidas. La promesa del “cambio en pocas sesiones” o del “alivio inmediato” suena tentadora, especialmente cuando el malestar es profundo. Pero esta expectativa puede convertirse en una trampa. En este artículo exploramos cómo la impaciencia puede interferir en el proceso terapéutico y abrir la puerta a soluciones engañosas y poco confiables.
¿Qué es la impaciencia en terapia?
La impaciencia se manifiesta cuando sentimos que la terapia “debería funcionar ya”, que el cambio es demasiado lento o que “no avanzamos”. Es una emoción frecuente en situaciones de gran sufrimiento y está influida, en gran parte, por un imaginario social que valora conseguir resultados inmediatos por encima del proceso que lleva a lograrlos.
¿Por qué aparece la impaciencia?
Las razones pueden ser múltiples:
- Expectativas poco realistas: a veces llegamos a terapia con la idea de que unas pocas sesiones bastarán para “curar” lo que lleva años construyéndose.
- Presión emocional y social: vivimos en una cultura que promueve el “estar bien” como un deber constante (Illouz, 2008).
- Ansiedad por resultados: cuanto mayor el sufrimiento, más urgente parece la necesidad de solución.
- Lógica de consumo inmediato: incluso el bienestar ha sido convertido en un producto de mercado.
Del apuro a la ansiedad: la trampa de lo inmediato.
La impaciencia puede derivar en ansiedad, y esta ansiedad favorece decisiones impulsivas: abandonar la terapia, saltar de profesional en profesional o caer en promesas mágicas de cambio.
En este terreno prolifera la pseudociencia, es decir la oferta de métodos y técnicas sin fundamento clínico o sustento, y coaches sin formación adecuada que ofrecen “sanación”.
El problema no es solo ético o profesional, sino también clínico: estos caminos pueden y suelen frustrarnos aún más, reforzando la sensación de que “nada funciona” y aumentando nuestro malestar.
Consecuencias de la impaciencia.
Entre las consecuencias más frecuentes encontramos:
- Abandonamos rápidamente procesos terapéuticos que necesitaban tiempo.
- Somos más vulnerables a intervenciones sin regulación, y poco profesionales.
- Sentimos una desconfianza posterior hacia tratamientos psicológicos legítimos.
Trabajar la impaciencia en consulta.
La impaciencia puede convertirse en un excelente tema para trabajar en terapia.
Abordarlo puede incluir, por ejemplo, entender la terapia como un proceso, con sus tiempos; preguntarnos qué angustia estamos intentando silenciar con el apuro; y aprender a distinguir lo profesional y clínicamente validado de lo que no lo es.
Como dice Judith Beck (2021), parte de la responsabilidad del terapeuta es ayudar al paciente a tolerar la incomodidad del proceso sin desesperar por la inmediatez.
Conclusión.
La terapia no es una línea de producción. Requiere tiempo, vínculo, y una disposición a la incertidumbre que muchas veces va contra la lógica del mundo moderno. En lugar de prometer atajos, la psicología clínica ofrece profundidad, acompañamiento y un trabajo sostenido. La impaciencia es humana, pero también puede ser una oportunidad para descubrir cómo nos relacionamos con el tiempo, el cambio y el deseo de estar bien.
Bibliografía
- Beck, J. S. (2021). Terapia cognitiva: Fundamentos y más allá (3ª ed.). Ediciones Paidós.
- Illouz, E. (2008). Saving the Modern Soul: Therapy, Emotions, and the Culture of Self-Help. University of California Press.